Por: Albert P. Collins
Especialista en economía
A lo largo de la historia de nuestro país, la economía ha fluctuado entre sistemas tan dispares como el nacionalismo y el liberalismo. Sin embargo, en ambos casos, los sectores industriales son esenciales para la conceptualización de un país en desarrollo. En otras palabras, no hay una nación en el planeta que no dependa del sector empresarial para proyectar un verdadero cambio hacia la calidad de vida de la población.
De hecho, los países considerados como liberales, que en algún momento de su historia descuidaron este factor, registraron significativas caídas en las preferencias electorales o en la satisfacción ciudadana.
“La economía, estúpido”, fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en Presidente de los Estados Unidos. Luego la frase se popularizó como “es la economía, estúpido” y la estructura de la misma ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.
Es necesario recordar, y destacar, que poco antes de las elecciones de 1992, Bush era considerado el indiscutible ganador por la mayoría de los analistas políticos, fundamentalmente debido a sus éxitos en política exterior, como el fin de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico. Su popularidad entonces había llegado al 90 % de aceptación, un récord histórico. En esas circunstancias, James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, señaló que éste debía enfocarse sobre cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Con el fin de mantener la campaña enfocada en un mensaje, Carville pegó un cartel en las oficinas centrales con tres puntos escritos:
Cambio vs., más de lo mismo.
La economía, estúpido.
No olvidar el sistema de salud.
Aunque el cartel era solo un recordatorio interno, la frase se convirtió en una especie de eslogan no oficial de la campaña de Clinton, que resultó decisivo para modificar la relación de fuerzas y derrotar a Bush, algo impensable poco antes.
En este sentido, México ha tenido cambios significativos sociales y en las preferencias electorales, básicamente por las condiciones socioeconómicas.
Se debe recordar que desde la llegada de los españoles a lo que después sería México, se generaron cambios socioeconómicos tan drásticos, que dejaron una huella social de profundos resentimientos sociales. Tras un periodo de guerras y epidemias, se activaron nuevos elementos que alteraron la estructura económica, consecuencia de que se adaptaron los cultivos, se inició la actividad ganadera y se introdujeron tecnologías procedentes de Europa.
De acuerdo a las definiciones de diccionario, la nueva economía tuvo su fundamento en la minería y las subsiguientes exportaciones de minerales a Europa, que ha sido definida como una combinación de una economía mercantilista -que se originó a partir de la inserción de la zona en redes de relaciones globales- con una economía de autoconsumo y de trueque. Durante el periodo borbónico se vivió un cierto estancamiento económico y la guerra de independencia agravó los problemas económicos, destruyendo parte de la economía colonial mientras que la producción minera y ganadera quedó paralizada. Se produjo una fuerte fuga de capitales al exterior y se redujeron las exportaciones.
En los inicios del siglo XX, los países latinoamericanos se esforzaban por consolidar un nuevo capitalismo en el contexto de la crisis del mercado mundial. En el periodo de 1932-1982, se llevaron a cabo una serie de reformas liberales que trajeron mayor prosperidad que fue acompañado de un crecimiento de la inversión extranjera. El producto interno bruto per cápita se colocó a la par del de Argentina y Uruguay. Sin embargo el mayor bienestar alcanzó a muy pocos, constituyendo la base de la Revolución mexicana, el conflicto armado que transformó la estructura política, económica, social y cultural del país durante el siglo XX.
Entre 1932 y 1982 la economía mexicana entra en un período denominado de “desarrollo estabilizador” donde se sigue un modelo de Industrialización por sustitución de importaciones (ISI), reforma agraria y nacionalización de las industrias petrolera y ferroviaria.
En la década de 1970 la economía se comenzó a desacelerar por lo que el gobierno decidió aumentar el gasto público lo que elevó el déficit. En 1982 se produce la “crisis de la deuda” por la cual se suspendieron los pagos de la deuda externa, devaluó el peso mexicano y nacionalizó el sistema bancario.
A partir de 1986, se liberaliza la economía, eliminando restricciones al comercio, desregulando la industria, privatizando empresas estatales y reformando el sector financiero. En 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, Canadá y México.
Desde entonces, la economía mexicana ha tenido diversos altibajos, pero siempre con un crecimiento sostenido, con mejoras substanciales en los indicadores macroeconómicos, aunque con repercusiones insuficientes en la microeconomía o sociales.
Esto, sin duda, favoreció que en diciembre de 2018 tomara protesta un presidente con un enfoque populista, pero que en resultados económicos y sociales no sólo ha dejado mucho qué desear, sino que ha menospreciado a los sectores industriales.
Además, México, y el mundo, se enfrentan a un escenario de crisis propiciado por la pandemia del Covid-19 y más recientemente a graves consecuencias de todo tipo surgidas por la invasión de Rusia a Ucrania, así como por la guerra económica-comercial entre Estados Unidos y China.
Ante ello, es indispensable destacar que si algo ha caracterizado a las industrias mexicanas es la tenacidad y adaptabilidad ante los grandes retos, y por tanto enfatizar los logros y oportunidades que pueden surgir desde la creación de conceptos de unidad entre los sectores productivos. En otras palabras, históricamente, los empresarios de nuestro país han salido y sacado adelante a México, con y a pesar de las autoridades, aunque lo ideal siempre va a ser que se unan a la visión de desarrollo del sector privado.